Eran las 8.30 de la mañana. Como todos las días ya estaba en mi despacho, organizando las tareas, solo y tranquilo esperando la llegada de alumnos y compañeros. Ailin llegó un poco después, venía con sus dos hijos y una maleta, con los ojos llorosos: los habían desahuciados. En esa maleta llevaba todas sus pertenencias, lo poco que había podido recoger, quizás lo único que tenía. No había tenido suerte en la vida. Desde que llegó de Santo Domingo solo trabajó en empleos precarios que no le dieron estabilidad ni suficientes recursos para establecerse. Vivía como podía. Su marido los abandonó al poco de llegar y regresó a su país, ella decidió quedarse con los niños, pensaba que aquí, al menos, tendría más oportunidades. No pudo ser.
Los niños llevan tres años en nuestro colegio, recibiendo todas las atenciones que por derecho les corresponden: Educación, apoyos , aula matinal, desayunos, comedor, actividades... Han tenido la suerte de contar con un sistema educativo que ha facilitado a los centros suficientes recursos para ser solidarios y considerar la inclusión como un modo de enseñanza y de vida. Centros que trabajan la educación para el desarrollo de manera natural, porque no hay otra manera de hacer las cosas.
Aillin ha encontrado un piso protegido de una Ong , lejos de nuestro barrio, un piso compartido por dos familias, pero se niega a llevarlos al colegio que les toca en aquel barrio, así que todas las mañanas se levanta con sus hijos a las 6 de la mañana y coge el bus que les acercará al centro.
Es una realidad que le ha llegado a esta chica, como le está llegando a otras muchas personas. Me decía Aillin que ella pensaba que eso de los desahucios solo era en la tele, que a ella no le iba a tocar... desgraciadamente llegó ese día y todo se precipitó en pocas horas.
Escribo estas letras porque no podemos dejar de ser solidarios, no podemos estar pasivos ante esta situación, no podemos dejar que nos roben los derechos que tanto ha costado conseguir.
Lo tenemos difícil, muy difícil, pero si tienes en tus manos la posibilidad de ayudar a alguien que está peor que tú, no dejes pasar esa oportunidad. Un fuerte abrazo.
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