Cuando llegan estas fechas mi ciudad se engalana para sus Fiestas Mayores: La Semana Santa. El incienso y el azahar se apoderan del ambiente, la gente se hace dueña de espacios, calles y plazas... Es curioso observar esta transformación que va "in crescendo" desde el Domingo de Ramos hasta el Jueves Santo, día clave donde se descubre la tradición más antigua y más incomprendida, más rancia y menos religiosa de todas las manifestaciones que se exhiben en estos días: Mujeres con mantilla, señores trajeados, chicos y chicas con sus "mejores" galas acorde con las modas del momento... El paseo se convierte en un escaparate donde poco importa el sentimiento y las creencias, donde se olvida el sentido del Día Santo y se prioriza la fiesta entre vinos y tapitas en los bares aledaños a las parroquias... Creo que esta no es mi Semana Santa...
Soy sevillano y respeto a aquellos que aún creen en la Semana Santa y van de corazón a vivirla y sentirla, yo nunca fui de traje, es más, no tengo ninguno, a pesar de haber nacido en una casa de sastres antiguos, donde se confeccionaba a mano y a medida... Conozco la Semana Santa de Sevilla, sus rincones, las cofradías, la música, soy "capillita" de pantalones vaqueros, nadie sabe donde voy, nadie me observa, paso desapercibido, me siento en los bordillos o en un zaguán de una casa cuando me canso, me cuelo entre cirios y cruces de penitencia, escucho en silencio las marchas y acompaño a los pasos que entre el sonido de bambalinas se pierden por las plazas... Si me buscas me puedes encontrar "cangrejeando" delante de la Piedad del Baratillo en El Postigo, o perdido en la multitud que espera paciente al Gran Poder por la Calle Conde de Barajas o atravesando "un tapón" para poder ver La Macarena que llega a a la Alameda, o enfocando la pequeña Leica en un punto de luz que nace de un cirio ... La Semana Santa de Sevilla es mucho más que lo que imaginas...