Hay momentos en la historia de un país en los que los cambios sociales, hablemos de educación, generan nuevas expectativas y , por exceso o por defecto, dan lugar a nuevos modelos , nuevas visiones de como hay que actuar ante los hechos educativos. Han pasado más de cien años desde que se escribió lo que sigue, creo que cualquier comentario previo sobra:
"Nunca se hará bastante en pro de
los niños. Quien no se interesa por los niños no es digno de que nadie se
interese por él, porque los niños son el porvenir. Pero los cuidados para los
niños deben ser guiados por el buen sentido; no basta tener buena voluntad; se
necesita también saber y experiencia.
¿Quién cultiva plantas, flores y
frutos sin saber algo de lo que le corresponde?
¿Quién cría animales, por
ejemplo, perros, caballos, gallinas, etc., sin saber lo que es bueno y
conveniente para cada especie?
Pero en la educación de los
niños, la cosa más difícil del mundo, casi todo el mundo piensa que se tiene
competencia para ello, comenzando por el
hecho de ser padre de familia.
El caso es verdaderamente
extraño: un hombre y una mujer se conciertan para vivir juntos, procrean un
hijo y hételes convertidos de repente en educadores, sin haberse tomado la
molestia de instruirse en lo más elemental del arte de la educación.
El célebre pedagogo Froebel
decía: Vivamos para los niños.
La intención fué buena sin duda, y sin embargo, no comprendía el secreto de la
educación. Ellen Key, quien en su gran libro El
Siglo de los Niños nos da
tanto que pensar, tiene más razón cuando dice: Dejemos que los niños vivan por sí
mismos.
Comiéncese la instrucción cuando
el mismo niño la pida. Todo el programa escolar, que es el mismo para todas las
regiones de Francia, por ejemplo, es ridículo. A las nueve de la mañana sabe el
ministro de instrucción pública que todos los niños leen, escriben o calculan;
pero ¿tienen todos los niños y también los profesores el mismo deseo a la misma
hora? ¿Por qué no dejar al profesor la iniciativa de hacer lo que parezca, ya
que ha de conocer sus alumnos mejor que el señor ministro o cualquier
burócrata, y debe tener la libertad necesaria para arreglar la instrucción a su
gusto y al de sus discípulos? La misma razón para todos los estómagos, la misma
ración para todas las memorias, la misma ración para todas las inteligencias;
los mismos estudios, los mismos trabajos.
Víctor Considérant, el discípulo
de Carlos Fourier, escribió un importante libro, ya olvidado, pero que merece
ser resucitado, Teoría de la
Educación natural y atractiva, en que pregunta: ¿Qué adiestrador de perros somete a
la misma regla sus perros de muestra, sus lebreles, sus corredores, sus
falderillos y sus mastines? ¿Quién exige de tan diversas especies servicios
idénticos? ¿Qué jardinero ignora que unas plantas necesitan más sombra, otras
más sol, unas más agua, otras más aire, ni que aplique a todas los mismos
sustentáculos y las mismas ligaduras, que pode a todas de la misma manera y en
la misma época o que practique el mismo injerto sobre todos los arbolillos
silvestres? ¿Vale menos la naturaleza humana que la vegetal o la animal, para
que dediquéis menos atención a la cría de los niños que a la de las espinacas,
las lechugas o los perros? Acostumbramos
a buscar lejos lo que está a nuestro alcance si queremos y podemos ver y
observar. Las cosas suelen ser sencillas, pero nosotros las hacemos complicadas
y difíciles.
Sigamos a la naturaleza y
cometeremos menos faltas. La Pedagogía oficial ha de ceder el puesto a la
individual. Entonces los hombres no edificarían escuelas sino que plantarían
viñas en las cuales la labor de los profesores sería levantar los racimos a la
altura de los labios de los niños, en vez de hacer que los niños no puedan
gustar, como sucede en el día, más que el mosto de la cultura cien veces
atenuado.
En el huevo hay un germen: según
su naturaleza ha de abrirse; pero no se abrirá sino en el caso de que el huevo
se halle colocado en una temperatura conveniente. En el niño hay muchos
gérmenes de facultades industriales, de numerosas vocaciones, pero esas vocaciones
no se manifestarán sino en el medio y en las circunstancias favorables a su
exteriorización.
Si tenemos órganos, preciso es
que se formen y se desarrollen; preciso es dejar a los niños la ocasión de
desplegar la naturaleza, y la tarea de los padres y de los educadores consiste
en no impedir su desarrollo. Sucede como con las plantas: cada cosa tiene su
tiempo; primero las yemas y las hojas, después las flores y los frutos; pero
mataréis la planta si la sujetáis a procedimientos artificiales para obligarla
a invertir el orden natural de su desarrollo. Preservad, sostened, regad; he
ahí la labor de los educadores.
Los grandes iniciadores del
socialismo comprendieron que el principio de todo es la educación. Fourier y
Robert Owen dieron ideas originales que no han sido comprendidas o que han sido
descuidadas. En ningún manual de pedagogía se hallan esos nombres, y sin
embargo merecen el puesto de honor, porque todas las ideas de educación moderna
que actualmente se propagan, se hallan en sus escritos.
La grandeza de aquellos héroes
del pensamiento aumenta cuanto más se profundiza en sus obras. Admira su
clarividencia; pero se explica considerando que han estudiado la naturaleza.
Una vez más: seguid la naturaleza
y seguiréis el mejor camino. Domela Niewenhuis